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Cultura, Kiva, Tercer número

Un padre, un cuento

Un padre, un cuento

Porque conocer otras historias
le da valor a la nuestra

TEXTO
CRISTINA SARALDI

FOTOGRAFÍA
ESTHER RUBIO

Cuando nació mi primer hijo volví a revivir mi infancia: comencé a leerle cuentos en las frías tardes de invierno y descubrí en ellos un mundo de fantasía y creatividad sin límites que ya tenía casi olvidado. Fue entonces cuando empecé a interesarme por los cuentos también de manera profesional; y comencé a formarme en técnicas de narración, teatro y clown. Ahora los cuentos forman parte de mi vida, ya que trabajo como educador infantil y también como cuentacuentos de forma esporádica.

Los cuentos tienen para mí una manera muy especial de contar las grandes verdades de siempre y la sabiduría popular. Nos acercan a unos mundos mágicos donde todo es posible, si tienes la valentía de abrir el libro y leer; pero también de vivir tu vida como escritor de ese cuento único e irrepetible.

Papá cuentacuentos y maestro

Él es Antonio Prieto, un papá cuentacuentos y maestro; que trabaja en la escuela libre La Rayuela y que además, está muy sensibilizado con la época en la que vivimos, siendo consciente de que los pequeños gestos son los que promueven grandes cambios.

Queríamos conocer su experiencia acerca de su paternidad y también saber si hubo cambios en su vida como narrador al convertirse en papá.

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Un padre, un cuento

«Para mí, la paternidad es un viaje apasionante».

A la hora de contar cuentos, mi segunda paternidad no me ha cambiado mucho. Como os comentaba antes, la primera fue la que me “invitó” a descubrir este mundo de la narración oral (de eso hace ya 13 años). Y tal vez añadiría que cuando hago algún cuentacuentos con público me siento más cercano a niños y niñas, entendiendo mejor su día a día: las prisas para llegar al cole cada mañana y lo poco acogedora que es vivir en una gran ciudad (como Madrid) para un niño/a pequeño…. En fin, que los entiendo mejor.

A la hora de ser Maestro, entiendo mucho mejor a las familias de los niños/as con los que trabajo y me cuesta mucho menos ponerme en su lugar, lo cual me hace tener más perspectiva de las cosas y relativizar todo más, pero sobre todo empatizo con ellos y puedo hablar su mismo idioma.

Aunque tengo otro hijo de 13 años, Lucas, que vive con mi anterior pareja; aquí os voy a contar cómo la llegada de nuestra hija Nora cambió mi vida. ¿Y por qué? Porque de la llegada de Lucas a mi vida hace ya mucho tiempo y las cosas han cambiado mucho en el mundo de la infancia.

Antes tengo que contaros que Nora llegó a nuestras vidas con 1 añito y medio de vida. Llegaba de Vietnam, no como la mayoría de los niños y niñas, que vienen de París, como dicen muchos abuelos y abuelas de nuestro país.

Pues bien, a pesar de tener 4 años de preparación para la llegada de Nora, tengo que deciros que uno nunca está 100% preparado para esto. En estos 4 años me hice un experto en cursos de formación para padres adoptantes, matrimonios civiles, certificados de nacimiento y antecedentes penales, IRPF, estudios psicológicos y sociológicos, declaraciones de idoneidad, departamentos de asuntos sociales de la Comunidad de Madrid y un sinfín de temas poco habituales. La verdad es que todo esto no me sirvió de mucho.

En casa vivíamos mi mujer y yo. Entonces… llegó Nora para revolucionar todo, con 1 añito y medio de energía full power en un cuerpecito de muñequita oriental. Y es que aunque soy Maestro Infantil y con formación en las llamadas pedagogías activas y respetuosas (Montessori y Waldorf como más conocidas), acompañar el desarrollo y aprendizajes de tu hija las 24 horas del día es todo un reto: agotador a veces, aunque muy bonito.

Ahora tocaba armarse con mil dosis de paciencia extra cuando tu hija se pasaba la crema de calabaza por el pelo justo después de haberla bañado y dado un masajito relajante con crema hidratante. También tocaba cambiar las cenitas de pareja y las tardes de cine, por las tardes de parque, toboganes, columpios, palas y cubos.
Como ya sabéis los papás y mamás que leéis esto, hay que sumar que somos un modelo que nuestros peques imitan perfectamente ya que es una de las formas que niños y niñas tienen para comprender el mundo de los adultos. Y eso quiere decir cambiar nuestros «malos» hábitos y adoptar los que queremos que nuestros hijos e hijas integren, como limpiarse los dientes después de cada comida, salir a la naturaleza, comer alimentos sanos o cualquier otro ideal. Y sobre todo, no imponer.
Sin duda para mí, la paternidad es un viaje apasionante.

Un padre, un cuento
Un padre, un cuento

Mis recomendaciones

Entre los libros que a mí me han ayudado mucho, os recomiendo:

  • La alimentación de nuestros hijos, de Montse Bradford.
  • Educar para ser, de Rebeca Wild.

Y entre los tratamientos para fortalecer o recuperar la salud de vuestros peques, os recomiendo la Terapia Neural, que debe ser aplicada por un médico y actúa sobre el sistema hormonal y nuestro cuerpo emocional.

También os recomiendo que aprendáis a dar masajes a vuestros hijos e hijas. A mí me fue muy bien con el masaje shantala.

Y mi último consejo: disfrutad de vuestros peques sabiendo que son los hijos e hijas de la vida y que debemos darles raíces fuertes con nuestro amor pero también unas alas muy potentes para volar alto y libres. Todo esto sin comparaciones, sin juicios y sin creencias limitantes.

Mis 4 cuentos favoritos

  • A qué sabe la luna
  • El gallo kiriko (o la boda del tío perico)
  • El Flautista de Hamelín
  • El principito

Y para cerrar, os regalo un cuento popular chino. Espero que os guste.

La flor de la honestidad (integridad)

Se cuenta que allá por el año 250 AC, en la China antigua, un príncipe estaba por ser coronado emperador. De acuerdo con la ley, debía casarse. Sabiendo esto, decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta.

Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y les lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe.

Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:

—¿Hija mía, qué vas a hacer allá? Estarán las muchachas más bellas y ricas de la corte. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.
Y la hija respondió:

—No querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz.

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío:

—Daré a cada una de ustedes una semilla que deben plantar y cuidar. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses, será escogida por mí, y será mi esposa y futura emperatriz de China.

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, ya fueran costumbres, amistades o relaciones.

El tiempo pasó y la dulce joven cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.

Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo.

Por fin pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación, la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las consecuencias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó las flores de cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.

Entonces, con calma, el príncipe explicó:

—Ella ha sido la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles.

“Y colorín colorado, este cuento se ha acabado”.

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